Cuando nuestra hija era demasiado pequeña para gatear o caminar, inventó una manera de esconderse de la gente cuando deseaba estar sola o hacer lo que quería. Simplemente, cerraba los ojos. Pensaba que, si ella no veía a nadie, tampoco podían verla. Usaba esta táctica cuando alguien desconocido trataba de saludarla en el automóvil, sentada en su silla alta en casa cuando no le gustaba la comida, e incluso al oírnos decir que era hora de ir a dormir.

Jonás tuvo una estrategia más madura para esconderse, pero el resultado no fue mejor que el de nuestra hija. Cuando Dios le dijo que hiciera algo que él no quería, huyó en la dirección opuesta. No obstante, pronto descubrió que no había dónde esconderse del Señor. Las Escrituras están repletas de historias en las que Dios encuentra personas que no querían ser halladas (Éxodo 2:11–3:6; 1 Reyes 19:1-7; Hechos 9:1-19).

Tal vez has estado tratando de esconderte de Dios o piensas que Él no puede verte. Por favor, ten presente esto: si el Señor ve y oye la oración de un profeta rebelde en el vientre de un gran pez, también te ve y te oye a ti dondequiera que estés y al margen de lo que hayas hecho. Pero no hay nada que temer, ya que esto es, en verdad, un gran consuelo. ¡El Señor está siempre presente y atento a tus necesidades!