En La Gomera, uno de los islotes de las Islas Canarias, está resurgiendo un idioma que suena como el canto de un pájaro. En una tierra de valles profundos y grandes desfiladeros, los niños en las escuelas y los turistas aprenden sobre los silbidos que, hace tiempo, se usaban para comunicarse a más de tres kilómetros de distancia. Un cuidador de cabras que ha vuelto a usar este antiguo idioma con su rebaño, declaró: «Ellas reconocen mi silbido tanto como mi voz».

El silbido también aparece en la Biblia, donde se describe a Dios como un pastor que silba para llamar a sus ovejas. Quizá el profeta tenía en mente esta imagen cuando describió al Señor, quien, un día, silbaría para atraer hacia sí a un pueblo disperso y errante (Zacarías 10:8).

Muchos años después, Jesús afirmó: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen» (Juan 10:27). Tal vez ese sea el silbido de un pastor. Las ovejas no entienden las palabras, pero conocen el sonido que indica la presencia del pastor.

Voces que confunden y ruidos que distraen siguen compitiendo para captar nuestra atención (ver Zacarías 10:2). No obstante, el Señor tiene diversas maneras de guiarnos, aun sin palabras. Mediante sucesos alarmantes o alentadores, nos recuerda sobre su guía, protección y presencia confirmadora.