Hace poco, asistí a una conferencia sobre la Edad Media. En uno de los seminarios, preparamos varias comidas propias de la época medieval. Usamos morteros para triturar la canela y fruta para hacer jalea. Cortamos cáscara de naranja y la asamos con miel y jengibre para obtener una colación dulce. Machacamos almendras con agua y otros ingredientes para preparar leche de almendras. Por último, cocinamos un pollo entero para servirlo con arroz, como plato principal. Mientras probábamos todo, disfrutamos de una sabrosa experiencia culinaria.
Cuando se trata del alimento espiritual para el alma, Dios nos ha dado un menú variado para masticar y saborear. Al hacerlo, nos llenamos y nos sentimos satisfechos. Los libros históricos, los poemas, la literatura sapiencial, la profecía y otras partes de la Biblia nos fortalecen, nos dan sabiduría y ánimo, y nos nutren para el diario andar (Salmo 19:7-14; 119:97-104; Hebreos 5:12). Como afirma el salmista: «¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca» (Salmo 119:103).
Entonces, ¿qué estamos esperando? Dios ha colocado delante de nosotros un banquete de delicioso alimento espiritual y nos llama para que comamos. ¡Estamos todos invitados!