Mis primeros años de creyente en Cristo estuvieron cargados de presentimientos. Tenía la impresión de que, cuando Jesús volviera, se proyectarían todos mis pecados en una pantalla grande, para que todos los vieran.
Ahora sé que Dios prefiere no recordar ni siquiera una de mis transgresiones. Cada pecado ha sido sepultado en el mar más profundo, y nunca volverán a ser exhumados ni examinados.
Amy Carmichael escribió: «Hace uno o dos días, pensaba tristemente en el pasado; tantos pecados, fracasos y fallas de todo tipo. Estaba leyendo Isaías 43 y, en el versículo 24, vi: «…me fatigaste con tus maldades». Entonces, por primera vez, noté que no hay ningún espacio entre el versículo 24 y el 25: «Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados».
En realidad, cuando nuestro Señor Jesucristo vuelva, «… aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios» (1 Corintios 4:5). Ese día, nuestras obras serán examinadas y tal vez perdamos algo, pero no seremos juzgados por nuestro pecado (3:11-15). Dios verá lo que Cristo hizo por nosotros y no se acordará de nuestras maldades.