Se estima que, en el mundo entero, los viajeros frecuentes han acumulado más de catorce billones de millas en vuelos. Todo empezó a principios de la década de 1980, cuando las aerolíneas lanzaron el primer programa de viajeros frecuentes para alentar a los clientes a seguir volando, al ofrecer recompensas por su lealtad. Las millas acumuladas podían intercambiarse por viajes, artículos y servicios gratuitos. Al poco tiempo, muchos comenzaron a planificar sus viajes tanto por las recompensas personales como por los precios u horarios.
El apóstol Pablo era un viajero apasionado del siglo i, pero no lo hacía por las «millas de viajero frecuente». Su meta era alcanzar a todos los que pudiera con la buena noticia del perdón y la vida eterna mediante la fe en Jesús. Cuando algunos corintios cuestionaron su autoridad, escribió una carta en la que describía el precio que había pagado para llevar el evangelio a otros: «Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar» (2 Corintios 11:25). Dios le dio a Pablo la gracia y la perseverancia para arriesgar su vida a fin de hablarles de Jesús a las personas, sin pensar en el beneficio personal.
Ya sea que nos persigan o elogien por nuestro servicio al Señor, no perdamos el objetivo de ser siempre leales a Él y agradecidos por su sacrificio de amor.