Hace poco, comencé a tener un problema físico. Me dolían el hombro y el brazo izquierdo, tenía un sarpullido doloroso en el antebrazo y el pulgar, y me sentía fatigado constantemente. Cuando por fin fui al médico, descubrí que tenía una especie de herpes. El doctor me recetó una medicación antiviral y me dijo que harían falta varias semanas para que la enfermedad desapareciera.

Debido a esta dolencia, tuve que hacer cambios en mi rutina. Necesitaba una siesta breve durante la mañana y otra por la tarde, para darme fuerza para ser productivo. Hasta que me recuperé, tuve que aprender a ir despacio.

En un momento, cuando Jesús envió a sus representantes a enseñar en su nombre, estos se emocionaron tanto con lo que estaban haciendo que se olvidaron de comer y descansar adecuadamente. Cuando regresaron, Cristo les dijo: «Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco…» (Marcos 6:31).

Todos necesitamos descansar, y si pasa demasiado tiempo sin que lo hagamos, sufrimos física y emocionalmente. Además, la falta de descanso nos impide cumplir con nuestras responsabilidades como deberíamos. ¿El Señor está alentándote a venir aparte y descansar un poco? A veces, puede ser necesario que nos detengamos con Él a reponer fuerzas.