¿Dónde está Mary Poppins cuando la necesitas? Sé que suena como si anhelara aquellos buenos tiempos pasados cuando las películas idealistas y alegres presentaban personajes como esa institutriz ficticia, pero lo que en verdad deseo es que haya personas con una visión realmente optimista del futuro. Estoy ansiosa de ver personas gozosas y creativas que puedan mostrarnos el lado positivo de lo que consideramos negativo, que sean capaces de recordarnos que «la peor medicina, con azúcar gustará».
David escribió una canción que expresaba una verdad similar: «Los juicios del Señor son […] dulces más que miel» (Salmo 19:9-10). Raras veces oímos que la verdad sea dulce. Lo más frecuente es escuchar que es amarga y difícil de absorber. Pero la verdad es mucho mejor que un remedio para tratar lo que anda mal. Es la dieta que previene la enfermedad. No es una inoculación ni una inyección, sino una comida gourmet que debería presentarse como un deleite culinario y que seduce al hambriento para que guste y vea que el Señor es bueno (34:8).
Cantamos «¡Jesús, qué dulce nombre!», pero algunos lo presentamos como si se hubiese vuelto amargo. La verdad pura, que no está manchada por la soberbia, es el sabor más dulce y renovador de todos para quienes están hambrientos de sustento espiritual. Y nosotros tenemos el privilegio de servírsela a un mundo que está muriendo de inanición.