En una de mis historietas favoritas, Lucy, uno de sus personajes, quien siempre se muestra segura de sí misma, declara: «¿Cómo puede el mundo empeorar teniéndome a mí? ¡Desde que nací, ha sido mejor!».
Es evidente que Lucy exhibe una opinión elevada e irreal de sí misma, pero deja claro un concepto interesante: ¿qué sucedería si tratáramos de convertir el mundo en un lugar mejor al demostrar el amor de Cristo donde Dios nos ha colocado?
Cuando Pedro escribió a los creyentes perseguidos, les aconsejó que mantuvieran una buena manera de vivir (1 Pedro 2:12) llevando a cabo buenas acciones, las cuales, en definitiva, glorificarían a Dios. En otras palabras, podemos hacer del mundo un lugar mejor mediante nuestros actos. Piensa cómo impactarían en nuestro entorno acciones semejantes a las de Cristo: de amor, misericordia, perdón, justicia y paz. Siempre he dicho que, si ponemos en práctica este versículo, las personas tal vez digan: «Nuestra oficina es un lugar mejor porque __________ trabaja aquí». O «nuestro vecindario es un lugar mejor porque…», o «nuestra escuela es mejor porque…».
No podemos cambiar el mundo entero nosotros solos, pero, por la gracia de Dios, sí podemos permitir que la transformación que Cristo produjo en nosotros haga que el mundo que nos rodea también sea diferente.