Mientras visitaba Australia, una noche particularmente despejada tuve la oportunidad de ver la Cruz del Sur. Ubicada en el hemisferio sur, esta constelación es una de las más visibles. Ya en el siglo xv, los marineros y los navegantes comenzaron a basarse en ella para determinar su posición y navegar por los mares. Aunque es relativamente pequeña, se ve durante casi todo el año. Aquella noche, la Cruz del Sur brillaba tanto en medio de la noche oscura, que aun yo pude distinguirla entre el cúmulo de estrellas. ¡Fue una vista realmente magnífica!
Las Escrituras nos hablan de una cruz aun más maravillosa: la cruz de Cristo. Cuando miramos las estrellas, vemos la obra del Creador; pero cuando miramos la cruz, vemos al Creador que murió por su creación. Hebreos 12:2 nos invita a poner «los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios».
Lo maravilloso de la cruz del Calvario es que, aún siendo nosotros pecadores, nuestro Salvador murió por nosotros (Romanos 5:8). Los que colocan su fe en Cristo están ahora reconciliados con Dios, y Él los guía por la vida (2 Corintios 1:8-10).
¡El sacrificio de Cristo en la cruz es la más grandiosa de todas las maravillas!