Dos hombres fueron asesinados el mismo día en nuestra ciudad. El primero, un oficial de policía, fue baleado mientras intentaba ayudar a una familia. El otro vivía en la calle, y lo mataron mientras bebía con unos amigos durante la madrugada.

Toda la ciudad se lamentó por el policía, ya que era un joven correcto que se preocupaba por los demás y a quien apreciaban todos los vecinos del barrio donde trabajaba. Algunos que vivían en la calle se lamentaron por el amigo que habían perdido y al cual amaban.

Pienso que el Señor se condolió con todos ellos.

Cuando Jesús vio a María, Marta y sus amigos llorando por la muerte de Lázaro, «se estremeció en espíritu y se conmovió» (Juan 11:33). El Señor amaba a Lázaro y a sus hermanas. Aunque sabía que poco después resucitaría a Lázaro de entre los muertos, lloró con ellas (v. 35). Algunos eruditos bíblicos piensan que parte del llanto de Jesús también podría haber sido por lo que significa la muerte en sí, y por el dolor y la tristeza que genera en el corazón de las personas.

Las pérdidas forman parte de la vida. Pero, como Jesús es «la resurrección y la vida» (v. 25), los que creen en Él experimentarán un día el final de toda muerte y tristeza. Mientras tanto, Él llora con nosotros por nuestras pérdidas y nos pide que lloremos con los que lloran (Romanos 12:15).