¿No es acaso extraño que aquéllos que hacen maldad
prosperan — y los justos terminan siendo los «chicos
malos» de la sociedad? Tan sólo elevar objeciones al
aborto, al comportamiento homosexual, o a la promiscuidad
sexual nos hace ver como parientes cercanos de Atila el Huno.
Es importante tomar nota que Pedro nos recordó que
seríamos difamados como «malhechores» (1 Pedro 2:12). Debido a
que los primeros cristianos llamaban a sus celebraciones de la
Cena del Señor «fiestas de amor,» abundaban los rumores de que
estaban involucrados en orgías sexuales. Y debido a que aquellas
fiestas involucraban la celebración de la comunión (recordando el
cuerpo quebrantado y la sangre derramada de Jesús), se decía que
los cristianos tenían tendencias caníbales.

A los primeros cristianos también se les conocía como
destructores de familias, ya que aquéllos que llegaban a expresar
su lealtad a Jesús a menudo rompían con las tradiciones paganas
de sus parientes. Lo más grave, se les consideraba una amenaza
para la unión y la continuidad del imperio romano, ya que
expresaban su lealtad al Dios del universo y no al César. Por todo
esto y mucho más, a menudo se ilustraba a los cristianos como el
elemento maligno de la sociedad.

Existe un sentido en el cual podemos identificarnos cuando
se nos cataloga de malhechores en nuestra cultura. Cuando
hacemos responsable a la sociedad por la justicia y expresamos lo
que está mal y lo que está bien desde el punto de vista de Dios,
se nos ve cada vez más como una amenaza a las agendas reales.
Se les considera a las agendas tales como el aborto y los derechos
de los homosexuales como parte de una sociedad progresiva que
finalmente se ha liberado de las cadenas de un pasado restringido
y puritano.

Pero, sin importar lo que las personas digan acerca de
nosotros o cómo nos vean, Pedro nos instruyó a vivir de tal modo
que éstas no puedan evitar notar el resultado de la justicia en
nuestras vidas — nuestras buenas obras. Cuando las consecuencias
de su pecado las dejen quebrantadas y sin esperanza, notarán la
estabilidad y la paz en nuestras vidas, lo cual puede que nos dé la
oportunidad de decirles que es Jesús quien ha marcado la
diferencia. —JS