La primera noche del campamento para familias, el director comunicó el programa de la semana. Cuando terminó, preguntó si alguien quería decir algo. Una joven se puso de pie e hizo un conmovedor pedido de ayuda. Habló de su hermanito (un niño con necesidades especiales) y el desafío que implicaba cuidarlo. La familia estaba agotada, y nos pidió a todos que ayudáramos a cuidarlo durante la semana. Fue un pedido motivado por un interés genuino por su hermano y sus padres. A medida que pasaba la semana, era maravilloso ver cómo todos ayudaban a esta familia.
Su pedido fue un sutil recordatorio de cuán fácilmente podemos encerrarnos en nuestro mundo, vida y problemas… hasta el punto de no ver las necesidades de los demás. Pablo describe así nuestra responsabilidad: «No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:4). El versículo siguiente nos recuerda que esto es parte del ejemplo de Cristo: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús».
Nuestra ayuda manifiesta un interés semejante al de Cristo por aquellos que sufren. Apoyémonos en la gracia de Dios y confiemos en Él a fin de que nos capacite para servir a otros durante sus necesidades.