Una vez más, Jesús se ha retirado, para reunir fuerzas para
la confrontación final en Jerusalén. Ha llegado a la casa de
Pedro en Capernaum, la cual es casi seguro que era el
único hogar que Jesús jamás conoció fuera de Nazaret. Han
estado en el camino comprometidos en el ministerio y otra vez
han vuelto a casa exhaustos.
Curiosamente, Mateo es el único autor de los evangelios que
registra la historia de los publicanos que confrontaron a Pedro,
preguntando si su Maestro pagaba el impuesto del templo o no.
Se suponía que los rabinos estaban exentos de este impuesto. El
solo hecho de que han venido para pedir que Jesús pague indica
que Su posición en la comunidad casi se había corroído
totalmente.

Es Jesús quien habla primero cuando Pedro llega a la puerta
para preguntar acerca del impuesto. Dada la declaración de Jesús
de que «los hijos están exentos,» parecería que no pagarían. Jesús
es el Hijo, y no está sujeto a impuesto alguno.
Pero luego concluye con algo extraordinario, algo tan distinto
a Él. «[No queremos] escandalizarlos.» ¿Desde cuándo Jesús no
quiere ofender a estas personas? Desde el comienzo, Él se ha
salido de Su manera para confrontarlos. Pero ahora parece que las
cosas son diferentes. No queda mucho tiempo para que Pedro y Él
estén simplemente juntos como amigos. Así que Jesús representa
uno de Sus milagros menos milagrosos, tan poco milagroso que
Mateo ni siquiera se molesta en registrar su cumplimiento.
Acércate lo más que quieras y simplemente no estará allí. Se
nos deja con la libertad de asumir que todo sucedió tal y como
Jesús dijo que sucedería.

Por alguna razón desconocida, Mateo eligió obviar la
verdadera razón de la extraña historia de la moneda en la boca
del pez. Yo creo que es ésta: Sabiendo que la menor indiscreción
sólo significaría un mayor conflicto para ambos, Jesús eligió
ejercer Su formidable e ilimitado poder para hacer que una
moneda apareciera de la nada para hacer el pago que se requería.
Todo esto, para que Él y Su amigo pudieran compartir una tarde
sin interrupciones de comunión, porque, en unos cuantos días,
uno de ellos estaría yéndose — para no volver más. —MC