Jim Davidson estaba escalando el Monte Rainier, cuando cayó por un puente de nieve en una grieta oscura y helada de un glaciar. Mientras estaba allí herido y ensangrentado, reflexionó sobre su niñez y recordó que su padre solía recordarle que podía lograr grandes cosas si se esforzaba en medio de la adversidad. Esas palabras lo ayudaron a soportar durante las cinco horas siguientes en que trepó por la pared de esa cueva oscura de hielo, con muy pocos elementos y bajo circunstancias extremadamente difíciles, hasta llegar a un lugar seguro.
Al parecer, el salmista salió de su grieta de aflicción y angustia recordando las palabras de su Padre celestial. Reconoció que si Dios y su Palabra no lo hubieran sostenido, habría muerto en su dolor (Salmo 119:92). Expresó una confianza plena en la Palabra eterna de Dios (v. 89) y en su fidelidad (v. 90). Como resultado de esta fidelidad, el salmista se comprometió a no olvidar nunca lo que Dios le había dicho, ya que había sido esencial para rescatar su vida y darle fuerzas.
En los momentos oscuros de aflicción, nuestra alma puede ser vivificada por nuestro Padre celestial, al recordar y llenar nuestra mente con sus palabras alentadoras.