¿Sabías que hay algunas cosas que hacemos ya sea
sabiéndolo o no que de hecho sacan Dios de nuestras
vidas?
Santiago 4:1 dice, «vuestras pasiones que combaten en
vuestros miembros» — en los lugares más privados de su corazón.
Por supuesto, la raíz del problema es el orgullo. «Lo quiero; lo
merezco; lo tendré; y no me importa lo que cueste o quién salga
lastimado.» El orgullo está en el corazón de todo problema
significativo que tenemos y es la razón de las consecuencias
devastadoras en toda área de nuestras vidas — incluyendo la
sensación de que a veces Dios está a cierta distancia de nosotros.
El orgullo es un repelente de Dios.
Santiago 4:6 declara que «Dios resiste a los soberbios pero da
gracia a los humildes.» Resistirse es un término militar que ilustra
a todo un ejército alineado para la batalla. Es como un soldado
que salta de su trinchera con los ojos encendido y su bayoneta
relampagueando. Dios se opone a los orgullosos. Él pelea contra
nuestro orgullo y — no es de sorprender — perdemos. Es un cuadro
bastante aterrador.
Ahora bien, he aquí la buena noticia: «Dios resiste a los
soberbios pero da gracia a los humildes» Nota la palabra pero. Éste
es uno de los contrastes más grandes en toda la Biblia. Dios se
manifiesta cuando nos humillamos.
En medio de lo que sea que estemos enfrentando, Dios quiere
ayudarnos. Él está incansablemente de nuestro lado. Nunca falla
en satisfacer nuestras necesidades. Siempre tiene más gracia que
dar. Sus recursos jamás se agotan. Su paciencia jamás se acaba.
Su iniciativa nunca aminora la marcha. Su generosidad no
conoce límites.
Nuestro Dios Todopoderoso está haciendo todo lo posible para
liberarnos de nuestro debilitante problema con el orgullo y las
pasiones que están en guerra en nuestros corazones. Inclinémonos
delante de Dios con verdadera humildad. Él nos encontrará allí
con una gracia sorprendente y abundante. —JM