Aprender acerca de mí mismo no siempre es una
experiencia placentera. La introspección a menudo
aumenta mis inseguridades y dudas. Los viajes a mi yo
interior pueden exponer recuerdos o fracasos pasados y resucitar
temores en cuanto al futuro. Ésa es la razón por la que pasar
tiempo para llegar a conocer a Jesús es algo de tan grande valor.
De hecho, vivir para conocer a Jesús es la clave para
entender y hacer las paces con nosotros mismos.
¿Tratando de descubrir tu autovalía? La tienes en Él — ¡Él murió
por ti!
¿Atormentado por el fracaso y la culpa? Él hace lo que nadie más
hará o puede hacer por ti — perdona y olvida, mata al becerro
gordo mientras el cielo se regocija (Lucas 15:22-24), y te viste con
los mejores vestidos de su justicia.
¿Buscando trascendencia? No busques más — eres Su hijo. No hay
nada de mayor trascendencia que eso.
¿Estás tratando de resolver tu vida y te preguntas si acaso hay algún
propósito para que ocupes espacio en este planeta? El misterio queda
develado en Él cuando te guía a vivir para Su Gloria y para
reflejar la realidad de Su carácter.
Enfrentémoslo, nunca lo lograrás ni al final ni del todo. El yo
es por siempre insuficiente para satisfacer tu alma, y es inepto
para resolver la agitada búsqueda de tu corazón.
Pero hasta que aprendamos esa lección, seguiremos
descubriendo que el problema con la vida centrada en uno
mismo es que ésta nunca se aclara. Justo cuando crees que lo
sabes todo acerca de ti mismo haces algo que te sorprende y te
decepciona. Como el hámster que pasa la mayor parte de su
tiempo corriendo en su rueda, las personas absortas en sí mismas
rara vez llegan a una determinación.
La vida debe ser más que llegar a conocernos. De hecho,
si estás determinado a pasar una gran cantidad de tiempo
preocupado en ti mismo, sin duda la vida te aburrirá hasta las
lágrimas. Nadie de nosotros es tan especial. —JS