Cuando la paz, como un río acompaña mi camino,
Cuando los sufrimientos llegan como las olas del mar;
Cualquiera sea mi suerte, Tú me has enseñado a decir,
«Está bien, está bien con mi alma.»

¿Recuerdas ese viejo himno de Spafford? ¿Es éste el tipo de
paz que caracteriza a tu alma? Con mayor frecuencia, las palabras
conflicto y confusión serían apropiadas.

A la hora del descanso para almorzar en el trabajo, salí a
buscar un lugar pacífico junto al río. Cuando me senté junto a la
orilla, el río siempre murmuraba lentamente a un ritmo constante
bajo un viejo puente cubierto en Ada, Michigan. Cuán pacífico
era el fluir del río — sin inquietudes, sin preocupaciones, sin
prejuicios. Incluso cuando un ruidoso tren avanzaba junto a las
márgenes del río, el agua seguía corriendo libre y sin verse
afectada. El tráfico bullía al lado este y por encima del río por la
carretera, y sin embargo, el río seguía avanzando resueltamente.
Las bicicletas pasaban, la gente caminaba, otros almorzaban
en el campo cerca, y sin embargo, el río mantenía su curso
original. Estas distracciones externas me recordaron las tormentas
en nuestras vidas, tales como las relaciones rotas, la pérdida de
empleo, la enfermedad, y la muerte. En cada una de nuestras
vidas sí pasan cosas malas. Incluso las acciones buenas, tales
como servir en la iglesia, visitar a amigos, o tomar clases, pueden
desplazar la intención original de Dios para nosotros. Pero el
balance final es: ¿Permitiré que mi dirección y enfoque se desvíen
y seguiré a otras personas o metas materiales, o proseguiré «hacia
la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús? (Filipenses 3:14).

¿Qué curso seguirás? Elige emular e movimiento constante y
firme de un río que apunta y se dirige hacia la meta sin flaquear.
Olvida el pasado, concéntrate en el hoy, ¡y céntrate en la meta
que tienes delante! —Teresa K. Lasher, Michigan
Escrito por una amiga lectora de Nuestro Andar Diario.