En las culturas donde abundan diversos alimentos, el pan ya no es una parte necesaria de la dieta, así que muchos deciden vivir sin él por varias razones. Sin embargo, en el siglo i, se lo consideraba un alimento básico. Una dieta sin pan era inconcebible.
Un día, una multitud buscó a Jesús porque había realizado el milagro de multiplicar unos panes (Juan 6:11, 26). Le pidieron que hiciera una señal como la del maná del cielo que Dios había provisto para su pueblo en el desierto (6:30-31; Éxodo 16:4). Cuando Jesús dijo que Él era «el verdadero pan del cielo» (Juan 6:32), la gente no entendió. Querían un pan literal. Sin embargo, Jesús estaba diciendo que había sido enviado para ser su pan espiritual: supliría sus necesidades espirituales diarias. Si por fe acudían a Él y aplicaban sus palabras y su vida a sus almas, experimentarían satisfacción eterna (v. 35).
Jesucristo no quiere ser un producto opcional en nuestra dieta; desea ser el elemento básico en nuestra vida, nuestro alimento «imprescindible». Tal como los judíos del siglo i no podían imaginar la vida sin el pan físico, no intentemos jamás vivir sin Cristo, ¡nuestro Pan espiritual!