Una publicidad radial sobre relojes sugiere que los oyentes compren un reloj con una correa de color brillante y que después lo lleven puesto junto con ropa de otros colores. El anuncio dice que cuando la gente note tu reloj por el color contrastante, «verán que tienes una “valentía colorida” y querrán ser como tú». A todos nos gusta que los demás sigan nuestro ejemplo.
Si haces una lectura rápida de 1 Corintios 4, tal vez pienses que el apóstol Pablo suena un poco arrogante al decir que sigamos su ejemplo de sacrificio personal (v. 16). Sin embargo, una consideración más detallada de sus palabras muestra por qué escribió con tanta jactancia: podía pedir que lo imitaran porque él imitaba a Cristo (11:1), el Siervo más maravilloso de todos.
La persecución que soportó y la posición que mantuvo en la iglesia (4:10-17) tuvieron lugar porque Pablo seguía a Jesucristo. Cuando señaló que aunque los corintios tuvieran 10.000 maestros, él seguiría siendo su padre en la fe (v. 15), estaba reconociendo que Jesús es la única razón por la cual las personas podían confiar en sus enseñanzas.
Si queremos que la gente nos imite, debemos primeramente imitar a nuestro Señor. Si hay alguna razón para que los demás sigan nuestro ejemplo (y nuestra valentía al guiar a otros para que acudan al Salvador), todo se debe a Él, no a nosotros.