La actitud de nuestro Señor hacia este hombre fue de severo
desaliento, «pues El sabía lo que había en el hombre» (Juan
2:25). Habríamos dicho, «¡No puedo imaginar por qué Jesús
perdió la oportunidad de ganar a ese hombre! Imaginarlo siendo
tan frío con él y despidiéndolo con tanto desaliento!»
Nunca te disculpes por tu Señor. Las palabras del Señor
hieren y ofenden hasta que no quede nada más que herir u
ofender. Jesús no tenía ternura alguna hacia lo que sea que en
última instancia arruinara a una persona en su servicio a Dios.
Las respuestas de nuestro Señor no se basaban en algún
capricho o pensamiento impulsivo, sino en el conocimiento de
«lo que había en el hombre.» Si el Espíritu de Dios trae a tu mente
una palabra del Señor que te hiere, puedes estar seguro que hay
algo en ti que Él quiere herir al punto de matarlo.
Lucas 9:58. Estas palabras destruyen el argumento de servir a
Jesús porque es algo agradable de hacer. Y lo estricto del rechazo
que Él exige de mí no permite que haya algo más en mi vida que
no sea mi Señor, yo, y un sentido de esperanza desesperada. Él
dice que debo dejar que todos los demás vayan o vengan, y que
yo sólo debo guiarme por mi relación con Él. Y dice, «. . . el Hijo
del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza».
Lucas 9:59. Este hombre no quería decepcionar a Jesús, ni
quería mostrar una falta de respeto hacia su padre. Ponemos
nuestro sentido de lealtad hacia nuestros parientes por encima de
nuestra lealtad a Jesús, obligándolo a ocupar el último lugar.
Cuando tus lealtades están en conflicto, siempre obedece a Jesús
sin importar el costo.
Lucas 9:61. La persona que dice, «Te seguiré, Señor; pero. . .» es
la persona que está intensamente lista para ir, pero nunca va. Este
hombre tiene reserves en cuanto a ir. El exigente llamado de Jesús
no tiene espacio para despedidas; las despedidas, tal y como las
usamos a menudo, son paganas, no cristianas, porque nos desvían
del llamado.
Una vez que el llamado de Dios viene a ti, comienza a ir
y nunca te detengas. —Oswald Chambers (1874-1917) De su
obra clásica My Utmost for His Highest (En Pos De Lo Supremo).