¿Quién es Dios para ti? ¿Cómo debe verse Su fidelidad?
¿Es la Entidad predecible y teológica congelada en el
trono? ¿O sería posible, inconcebible, que fuera el Dios
que encontramos en Job, el Dios que vemos en Jesús, quien
desciende de la sala del trono donde ha estado tratando con las
acusaciones de Satanás. Él se manifiesta, habiendo sido
conmovido por las lágrimas de Job y las nuestras.

¿Quién es Jesús para ti? ¿Cómo está la fidelidad escrita en Su
rostro? ¿Es simplemente la caricatura del cristianismo artificial, o
podría ser la misma imagen del Dios cuya fidelidad perturbadora
hacia nosotros se ve como la Encarnación? ¿Podría ser que vino
no para agitar la varita mágica y hacer que el cáncer se vaya, sino
para entrar en nuestro sufrimiento? ¿Cabe la posibilidad de que
fuera cierto que la mejor muestra de Su fidelidad no es la sanidad
o la ayuda financiera inesperada, sino la verdad inconcebible de
que Dios ha elegido estar con nosotros y pasar por todo? ¿Podría
ser que el milagro no es Su provisión, sino Su presencia?

Pregúntate, ¿cómo habló Dios de Su fidelidad? ¿Cuáles son
las palabras que usó con mayor frecuencia tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento para describir cómo era ésta?
Nunca te dejare ni te desamparare (Deuteronomio 31:6;
Hebreos 13:5).

He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El
habitará entre ellos (Apocalipsis 21:3; Éxodo 25:8).
Pero aún así, el autor Walter Brueggemann tenía razón
cuando escribió: «Él no es el Dios que habríamos elegido.» Pero
semejante Dios no podría habérsenos ocurrido o imaginado; un
Dios, cuya inmediata presencia se encarna por medio de Su
Espíritu que mora en nosotros. Un Dios que está comprometido
a culminar su acto de morar en nosotros, de vivir en nosotros y
a través de nosotros.

Éste es Su deseo más profundo. Es el mayor de todos Sus
milagros mudos y sin embargo, estamos insatisfechos con Él y
queremos más. No es el Dios que ninguno de nosotros habría
elegido pero, como Brueggemann concluye maravillosamente, es
el Dios que nos ha elegido a nosotros. —MC