Cuando pienso en mi padre, me viene a la mente esta frase: «Él no me dijo cómo vivir; vivió y me dejó ver cómo lo hacía». Durante mi juventud, lo observé caminar con Dios: participaba en las reuniones de la iglesia los domingos por la mañana, enseñaba en una clase bíblica para adultos, ayudaba a contar el dinero de las ofrendas y era diácono. Fuera de la iglesia, defendía fielmente el evangelio y leía la Biblia. Lo vi expresar su amor al Señor mediante acciones visibles.

Durante un período de su vida, el rey Asa de Judá fue un modelo de devoción a Dios (2 Crónicas 14:2). Quitó de su reino los ídolos, restauró el altar al Señor y guió al pueblo a un pacto con Dios (15:8-12). Su hijo Josafat continuó con ese legado al buscar «al Dios de su padre, y [andar] en sus mandamientos» (17:4). Purificó la tierra de la idolatría (v. 6), y envió sacerdotes y levitas para que enseñaran la ley de Dios en todas las ciudades de Judá (vv. 7-9).

El reino de Josafat se asemejó al de su padre, y así honró fielmente el ejemplo piadoso de Asa. Sin embargo, lo que fue aun más importante es que el corazón de Josafat «se animó […] en los caminos del Señor» (v. 6). Si hoy estás buscando un padre al cual seguir, recuerda a tu Padre celestial y deléitate en sus caminos.