Estos versículos presentan dos temas aparentemente opuestos.
El tema 1 es el ayuno (v.6) y el tema 2 es la satisfacción
(v.11). El ayuno habla de vacío, y la satisfacción habla de
llenura. Dios une los conceptos prometiendo que aquéllos que se
vacían de los demás placeres serán llenados por algo que sólo Él
puede dar. Si entregamos nuestras vidas para satisfacer las
necesidades de los oprimidos, Dios satisfará nuestras necesidades.
¿Qué clase de ayuno demandó Dios cuando me envió a
ministrar a los oprimidos? Un ayuno de comodidad, de vasos
color rosa, y de mi lindo pequeño mundo. En Houston, las
autopistas serpentean las zonas urbanas deprimidas para evitar
que me enfrente a los pobres. Puedo vivir durante días y días
en mi propio vecindario y elegir lidiar sólo con los problemas
más bonitos y que huelen mejor. Puedo ayunar de la pobreza y
de la opresión.

Pero si lo hago, nunca tendré un corazón como el de Dios.
El vacío en las mujeres hindúes trajo de vuelta recuerdos del
vacío que yo misma sentí en una época. Sus imágenes están
grabadas en mi corazón — las cabezas cubiertas, sumisas, muchas
al punto de parecer avergonzadas. Estuve en un poblado con las
aguas de albañal corriendo tan sólo a unos cuantos metros de
distancia y les hablé a cuatro mujeres por medio de un intérprete.

Toqué sus rostros y les dije que eran tan bellas. Les dije que Dios
las veía con gran dignidad y honra. Pronto, las cuatro mujeres se
convirtieron en muchas. Lloraban, se aferraban a mí, y estaban
dispuestas a hacer lo que fuera por recibir a semejante Salvador.
Sabían que tal vez las circunstancias en las que se encontraban
jamás cambiarían, pero un día dejarían esta vida y despertarían
en el esplendor de la presencia de Dios.

Nuestras almas nunca estarán más satisfechas que cuando
estamos dispuestos a vaciarnos por las vidas de los demás. —BM