En un estudio reciente, se entrevistó a 200.000 empleados para descubrir qué componente faltaba para que fueran productivos. La conclusión fue que el agradecimiento y el aprecio encabezaban la lista de lo que más esperaban de sus superiores. Esta investigación implica que ser reconocido es una necesidad humana básica.
Al parecer, el apóstol Pablo sabía que los creyentes corintios necesitaban esto; así que, antes de exhortarlos con enérgicas palabras correctivas, los colmó de elogios. Como su líder espiritual, empezó la carta agradeciendo al Señor por la gracia que exhibían sus vidas.
Anteriormente alejados de Dios, estos creyentes ahora participaban de la gracia divina mediante la muerte y resurrección de Cristo. Unidos a Jesús, tomaban de Él la vida espiritual, y el fruto de esta unión era una creciente santidad (1 Corintios 1:4-7). En forma deliberada y permanente, Pablo daba gracias al Señor por su obra en la vida de estos creyentes. Supongo que este tierno aprecio del apóstol facilitaba que aceptaran la enérgica crítica.
Cuando veamos personas obedientes al Señor, dediquemos un tiempo para mostrarles nuestro aprecio y dar gracias a Dios por lo que está haciendo a través de ellos.