John Dryden, filósofo del siglo XVI, los llamó una vez la
«ictericia del alma.» El cantar de Salomón dice que son tan
«inexorables como el seol» (8:6). Otros lo llaman el monstruo
de ojos verdes. A algunos los manda a la cárcel, a otros a la
locura.

Son los celos.
Saúl tenía muchos sentimientos hacia David, pero la emoción
más consistente de éstos eran los celos. Pocas experiencias son
más lamentables que ser el objeto de los celos desencadenados de
alguien. Tal vez lo único peor es ser aquél en quien los celos
arden con furia.

¿Son los celos alguna vez una respuesta apropiada? ¿Alguna
vez siembran bien en vez de mal? Sí existe una forma correcta de
celos. «Porque celoso estoy de vosotros con celo de Dios; pues os
desposé a un esposo para presentaros como virgen pura a Cristo”
(2 Corintios 11:2).

Éxodo 20:5 nos dice que Dios mismo es un Dios celoso: «No
los adorarás ni los servirás; porque yo, el SEÑOR tu Dios, soy
Dios celoso.»

Toma nota del tipo de celos que Dios posee:
«Entonces el SEÑOR se llenará de celo por su tierra, y tendrá
piedad de su pueblo» (Joel 2:18).

«Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Estoy celoso en gran
manera por Jerusalén y por Sion» (Zacarías 1:14).
Así dice el SEÑOR de los ejércitos: «He celado a Sion con
gran celo, sí, con gran furor la he celado.» (Zacarías 8:2).

¿Viste esa gigantesca palabra de tres letras que modifica cada
caso de celos? Existe una diferencia muy grande entre estar celoso
de alguien y estar celoso por alguien. Tener celos de alguien es
un deseo egoísta y envidioso por lo que esa persona tiene o
posee. Tener celo por alguien es un deseo desinteresado y
cariñoso porque esa persona tenga y sea lo mejor.
Dios es celoso a nuestro favor. Él tiene celo porque
conozcamos al único y verdadero Dios. Él tiene celo porque
estemos en una posición de bendición. Él tiene celo porque
seamos guardados del maligno. Y tiene celo porque estemos listos
para nuestro Esposo. —BM