El joven estaba enfrentando su último año de la secundaria sin
mucha dirección para el futuro. Inseguro de lo que el año
siguiente le traería, concluyó que el futuro era un misterio para
todos. «Después de todo, nadie en realidad sabe cuál es la voluntad de
Dios,» dijo.
¿Acaso tiene razón? El equiparó un futuro incierto con la
incapacidad para conocer con anticipación lo que Dios quería
exactamente que él hiciera el siguiente año. Todo lo que sabía acerca
de la voluntad de Dios era que se trataba de algo místico que Dios
quería que alguna persona hiciera en el futuro. Y ya que este joven
no estaba seguro si al año siguiente sería un estudiante universitario
o se dedicaría a freír hamburguesas dándoles vuelta en el aire, no
había razón para conocer la voluntad de Dios.
Pero, ¿es verdad que esta indecisión se traduce en una incapacidad
para conocer la voluntad de Dios? No lo creo. A menudo, traducimos el
concepto de Su voluntad en la capacidad para discernir en qué clase de
trabajo o educación o estado civil nos encontraremos en algún
momento en el futuro. Sin embargo, cuando limitamos la idea de la
voluntad de Dios a este tipo de pensamiento, ignoramos una realidad
importante acerca de vivir en el centro de Su voluntad: Dios nos ha
dicho exactamente cuál es Su voluntad para cada uno de nosotros, y
esa voluntad no es diferente de un creyente en Jesús al otro.
Dios nos ha dicho que Su voluntad para nosotros es que hagamos
el bien para detener a los insensatos de hablar ignorantemente (1 Pedro
2:15). La mejor manera de callar las habladurías tontas es por medio del
comportamiento bueno y honorable.
Otro elemento de la voluntad de Dios es elegir darle las gracias, sin
importar cuál sea la circunstancia. Eso no es fácil de hacer cuando
suceden cosas malas — pero eso es lo que Dios quiere que hagamos.
Una cosa más. Dios quiere que seamos puros en relación a la
sexualidad y a evitar la inmoralidad (1 Tesalonicenses 4:3). Al seguir
la voluntad de Dios, somos más capaces de encontrar lo que
Romanos 12:2 llama «la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable
y perfecto.» Vivir a la luz de la aprobación de Dios nos permite saber
cómo quiere que le sirvamos.
¿Conocemos la voluntad de Dios? Cuando la cumplimos,
confiamos en Él, y esperamos Su dirección, Él nos revela cómo
debemos pasar nuestras vidas para Su gloria. —JDB