Gary tenía un problema. Estaba sin trabajo y con
muy poco efectivo. Lo peor de todo, le faltaba sentido
común.
En un intento por conseguir algo de dinero para gastos
personales, decidió robar un banco. Se puso un pañuelo sobre la
nariz y la boca y llevó a cabo el asalto.
Pero había un problemita: Un cajero del banco lo reconoció.
Parece que Gary eligió robar el banco donde solía trabajar. No sólo
eso, hizo su fuga hacia una guarida no tan secreta — la casa de su
madre, donde estaba viviendo. Sí, arrestaron a Gary.
En otro caso, fue obvio que ni Janet y Howard, de Rock Hill,
Carolina del Sur, obtuvieron una maestría en criminología.
Robaron artículos por un valor de $ 15,000 (incluyendo $ 2,500 en
joyería) de su vecino. Nadie sospechó de ellos hasta que
decidieron hacer una venta de garaje — justo junto al hogar que
habían robado. Un pariente de la víctima se detuvo en la venta,
reconoció algunos de los artículos, y llamó a la policía.
Es difícil de creer que haya personas que hagan cosas tan
estúpidas. Es difícil de creer — hasta que pensamos en la estupidez
del pecado y del hecho que pensamos que podemos escaparnos
con algunas cosas bastante tontas.
En retrospectiva, creo que algunas veces debo haber puesto mi
cerebro dentro de algún cajón de mi escritorio cuando elegí
pensar o actuar de ciertas maneras. Nunca se me ocurrió que
sufriría las consecuencias.
En Proverbios 1, el Rey Salomón tiene unas cuantas palabras
de sabiduría para Gary, Janet, Howard, para mí y para ti. El pecado
es miope y tonto. Puede que nos salgamos con la nuestra por
algún tiempo — pero no hay manera en que podamos escapar.
Podemos estar agradecidos deque cuando humildemente
admitimos nuestra estupidez delante de Dios, Él es paciente y
perdonador. Y podemos estar agradecidos de que cuando lo
buscamos por consejo en vez de confiar en nuestro pensamiento
miope y egocéntrico, Él promete darnos sabiduría. —KD