Frank, Ted y yo pescábamos percas en el lago Rice, en Ontario, Canadá. Estábamos en un bote tipo pontón, y los peces picaban mucho. Ocupados poniendo carnada y atrapando peces, poco a poco nos dimos cuenta de que ya no picaban tanto. Después entendimos por qué: el bote se había movido. Un viento fuerte lo había arrastrado. El ancla no podía sostenernos y se arrastraba por el fondo del lago. La levantamos, volvimos al lugar lleno de peces y volvimos a anclar. Nos alejamos otra vez. Después de un tercer intento, regresamos a la costa. No podíamos conseguir que el ancla se afirmara.
En lo que respecta a la salvación, nuestra esperanza está anclada en la promesa de Dios y la obra de Jesucristo. Los vientos y las olas de la duda y el desánimo, y el ataque espiritual del maligno pueden hacernos pensar que estamos a la deriva y que la salvación que Dios ofrece es insegura. ¡De ninguna manera! El Señor ha prometido que nuestra salvación es segura, y Él no puede mentir (Hebreos 6:18-19). Nuestra esperanza está firmemente asegurada en Jesucristo, quien nos redimió una vez y para siempre cuando murió, resucitó y ascendió al cielo.
Nuestra ancla es la Roca inconmovible: Jesucristo. Su amor ilimitado nos mantiene seguros y afirmados.