Mientras estudiaba en el instituto bíblico, me presenté para formar parte de los equipos de música itinerantes de la institución. Me entusiasmaba la idea de participar en ese ministerio, pero quedé frustrado cuando no me aceptaron. Ante mi decepción, solamente pude confiar en que los propósitos de Dios eran más grandes que los míos.

Meses después, tuve la oportunidad de unirme a otro equipo de música, pero como profesor de Biblia. Los resultados fueron mejores de lo que podría haber imaginado. No solo mi esposa formaba parte de ese equipo, lo cual nos permitió servir juntos al Señor, sino que también me dio muchas oportunidades de predicar durante los tres años siguientes; una preparación invalorable para una vida dedicada a enseñar la Palabra.

Muchas veces, cuesta entender que nuestro Padre sabe qué es lo mejor. Suponemos que nuestro camino es el correcto. Sin embargo, cuando descansamos en el Señor, sus propósitos siempre demuestran que son para nuestro beneficio y para alabanza de su nombre. No nos engañemos, es fácil ver eso cuando el resultado es mejor de lo que esperábamos, pero difícil cuando no podemos percibir el beneficio en este momento, o quizá no lo sepamos hasta que lleguemos al cielo.

Como declaró el sabio rey Salomón: «Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Proverbios 3:5-6).