Hace poco, vi un cartel que decía que el ochenta por ciento de los seres vivientes de la Tierra están en los mares. Ese número sorprendente es difícil de asimilar, en gran parte porque la mayoría de esos seres no se ven.
Al considerar este tema, pensé cuánto más maravillosa es la creación de Dios de lo que habitualmente apreciamos. Aunque puede resultar sencillo quedarnos sin aliento ante una majestuosa cadena montañosa o el panorama de un atardecer, a veces no percibimos su obra extraordinaria en ciertos detalles que exigen un examen más minucioso. Los océanos no solo esconden gran parte de la creación divina, sino que otros de sus componentes son demasiado pequeños para observarlos con nuestros ojos. Desde lo microscópicamente pequeño hasta los confines inexplorados del universo, todo es obra de nuestro Creador. En todas esas estructuras magníficas, visibles e invisibles, se revela la gloria creadora de Dios (Romanos 1:20).
Entender cada vez más sobre la maravilla de la creación debe siempre apuntar a la Persona del Creador… y estimularnos a adorarlo. Como declaró el salmista: «Alábenle los cielos y la tierra, los mares, y todo lo que se mueve en ellos» (Salmo 69:34). Si la creación ofrece alabanzas al Creador, con toda seguridad, nosotros podemos y debemos unirnos al coro. ¡Cuán poderoso es el Dios a quien servimos!