Moisés podría haber escrito un libro acerca de cómo lidiar con las personas que critican. Él soportó muchísimo más de lo que merecía. En Números 14 leemos que Dios había enviado a todo un grupo de personas a morir en el desierto debido a su incesante murmurar contra Moisés. Dios no esperó sus explicaciones, y ellos no esperaron mucho para sufrir las consecuencias.

Dios presta atención a la manera en que nos tratamos unos a otros, y realmente odia una lengua criticona. No tenemos que ser eruditos bíblicos para ver a partir de este relato en el libro de Números que la crítica es un pecado.

En nuestros corazones, queremos suavizar esa evaluación y llamamos a la crítica una debilidad o un mal hábito. Pero a Dios le duele mucho cuando hacemos hincapié en los defectos que percibimos en los demás, sin preocuparnos por su bien.

Y la cosa empeora. Si criticamos a los demás sin necesidad alguna, nuestra comunión con Dios se dificulta. Cuando Dios dice, «No critiques», no es porque está tratando de privarnos de alguna experiencia satisfactoria. En realidad está diciendo, «Eso va contra la naturaleza para la cual te creé.» Los peces fueron hechos para nadar. Las aves fueron hechas para volar. Las personas fueron hechas para vivir en comunión con Dios. Cuando pecamos, bloqueamos la interacción con Dios. Obstaculizamos la felicidad humana, y la vida se vuelve como un desierto cuando nos alejamos de Él.

Si quieres cambiar tu espíritu de crítica, considera hacer de ésta tu oración: Señor, gracias porque cada día se llena de gozo y de bendición sobre los que puedo elegir centrarme. Perdona mi rapidez para encontrar defectos. Recuérdame que Tú amas a todas las personas que veo y que conozco. Líbrame del orgullo y del egocentrismo que critica a los demás con dureza y que con toda tranquilidad me excusa. Que Tu gracia me limpie y que Tu amor me cambie. En el nombre de Jesús. Amén.—JM