La sincera fe religiosa fue un factor principal en el peor ataque terrorista que jamás se sufriera en suelo norteamericano. Según los informes que se han escrito desde el 11 de setiembre del 2001, está claro que los hombres que asesinaron a más de tres mil personas creían sinceramente que estaban haciendo lo correcto. Pensaban que serían recompensados en la otra vida por sus incalificables actos de crueldad. Con todo lo inhumanas que fueron sus acciones, no se puede cuestionar la sinceridad de los terroristas.

Para muchas personas, la sinceridad de pensamiento y de acción es todo lo que se requiere para que algo sea verdad. En otras palabras, si yo creo que algo es verdad —si sinceramente lo creo— entonces lo es. Esta filosofía ha llevado a poner en duda muchas de las cosas que una vez se reconocían como verdades inquebrantables.

He aquí un ejemplo: Alguien que defiende el aborto dijo recientemente, «Creo que el alma o la persona se dan cuando el feto es aceptado por la madre.» En la sincera manera de pensar de esta persona, el feto en desarrollo se convierte en un ser humano sólo cuando la madre piensa que éste es humano.

Para las personas que piensan así, la realidad no se basa en evidencia empírica o en una verdad demostrada, sino en la sinceridad de pensamiento. Otro resultado de este tipo de pensamiento es que el matrimonio —una institución que por miles de años ha sido la incuestionable base de la sociedad— ha sido redefinido.

Para muchos, la Palabra de Dios —la Palabra del Creador de la humanidad y sus instituciones— ya no es la fuente de verdad en cuanto a éste y otros temas. Para ellos, la fuente final parece ser los sentimientos personales que se tengan con sinceridad.
Lamentablemente, un número creciente de personas confían en las ideas que tienen con sinceridad en vez de confiar en el fundamento sólido de la verdad de Dios según se presenta por medio de la iglesia y la Palabra de Dios.

Necesitamos evitar la trampa del error sincero. Refinemos nuestro pensamiento con algo fuera de nosotros mismos — algo en lo que se pueda confiar, de lo que se pueda depender, que se pueda verificar (Hechos 2:19). Y ese algo es la Biblia, la Palabra de verdad de Dios a la humanidad.  —JDB