Hace poco, un colega me contó sobre una experiencia que no tengo intenciones de probar personalmente: el bungee jumping o puentismo [salto al vacío desde un puente]. Su relato me resultó tanto fascinante como aterrador. Pensar en saltar cabeza abajo desde un puente altísimo, sostenido solamente por una gigante cuerda elástica no es mi idea de diversión. Pero el salto tenía sus elementos de seguridad: no solo uno, sino dos arneses reforzados que lo aseguraban a la cuerda… y a estar a salvo. El diseño minucioso y las pruebas satisfactorias de esos arneses le dieron una gran confianza al lanzarse al aire.
Mientras escuchaba, se me ocurrió que, para el seguidor de Cristo, vivir en un mundo pecaminoso no es un «salto de fe» a ciegas, ya que tenemos un par de protecciones que pueden darnos seguridad aun en los momentos más oscuros de la vida. En Efesios 2:8-9, Pablo escribió: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe».
Nuestra relación con Dios descansa segura en estos dos arneses inseparables: la gracia de Dios y la fe en la obra consumada de Cristo. La fortaleza que brindan estas previsiones hace que la salvación no sea un arriesgado salto al vacío. Es un ejercicio de confianza en la Palabra de Dios, y en su amor y protección inalterables.