Si le pudiéramos preguntar al rey Saúl cómo fue que se metió en semejante lío con Dios, probablemente nos contaría una triste historia. Pobre Saúl. Se esforzó tanto, pero la vida le fue desfavorable. Saúl murió lejos de Dios — pero por su propia elección.

Es la dura verdad: estás donde estás debido a tus elecciones. Saúl se negó a trabajar en las cosas que Dios le había mostrado y la relación entre ambos sufrió. Lo mismo pasa con nosotros. Cuando hay cosas no resueltas en nuestras vidas, nos sentimos lejos de Dios. El pecado nos separa de Él. Puede que hayamos recibido el perdón eterno, pero nuestra comunión presente está rota.

Pero la buena noticia es que Dios nos ama y viene detrás de nosotros. Su Espíritu señala el problema. Salmos 95:7-8 dice, «Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón.» En esencia, ése es Dios diciendo, «Cuando veas tu pecado como lo que es — ¡haz algo al respecto!»

Sabes que quieres recuperar tu comunión con Dios cuando:
• Ya no puedes racionalizar el pecado. Sin excusas, sin justificación, tan sólo la verdad: «Lo hice» (Salmos 51:3-4).
• Estás quebrantado por tu elección de pecar. «¿Cómo pude haber hecho eso?» (2 Corintios 7:10).
• Confiesas tu pecado abiertamente. A los pecadores arrepentidos no les interesa quién conoce su pasado; celebran lo que Dios ha hecho por ellos. Es algo desordenado y hermoso (Santiago 5:16).
• Buscas restitución. Arreglas las cosas con las personas que han sido heridas por tu pecado (Lucas 19:8).
• Experimentas gozo renovado. Cuando te arrepientes en serio, Dios te devuelve el gozo (Salmos 51:12).
Todas las cosas que hacen que Dios parezca distante se relacionan con el asunto del arrepentimiento. Que Dios nos conceda una auténtica disposición a arreglar nuestra relación con Él.  —JM