El deseo de Dios es que Su pueblo siempre tenga un lugar que pueda llamar su hogar. Pero Él es quien definió cómo debe ser un buen hogar, debido a que sabe lo que nos hace sentirnos realizados como criaturas hechas a Su imagen. Lo llama Su «reino.»
En el principio, el reino de Dios no era una promesa; era una realidad.
Se llamaba Edén — y nuestros padres originales lo perdieron por medio de la desobediencia. Se les prometió una segunda vez a Noé y a sus hijos luego del diluvio. Otra vez se perdió debido a la rebelión contra Dios.
Luego se le prometió a un hombre llamado Abraham, por medio de quien Dios dijo que finalmente bendeciría a las naciones del mundo.
Pero la rebelde prole de Abraham dejó que esa promesa se le escapara de las manos, y fue llevada en cautiverio a Egipto.
Después se le prometió a Moisés y al pueblo judío. Ellos lo obtuvieron por la obediencia — y lo perdieron por la desobediencia. Otras dos veces se les dio una oportunidad de arrepentirse y recuperar su tierra prometida, pero otra vez desobedecieron a Dios y lo perdieron por unos dos mil años.
Pero la Biblia no sólo es historia — también es profecía. Por medio de la promesa de Dios a Abraham, al pueblo judío todavía se le garantiza que si se arrepiente y acepta a su Mesías, volverá a recuperar su tierra prometida. Lo que Dios siempre ha querido más que nada es que Israel esté en «casa» — pero en casa en obediencia, para que pueda ser la luz a las naciones, de acuerdo a lo que finalmente sería, según lo que su Padre celestial le había dicho a Abraham.
La promesa bíblica de una patria nunca fue sólo para los judíos. Tal y como Dios se lo explicó a Abraham, sus descendientes habrían de ser el medio por el cual Él eligió bendecir a los pueblos del mundo — los que al final serán los creyentes de todas las naciones.
Sí, la Biblia nos dice que Jerusalén será el futuro punto central del reino del Mesías. Desde allí, el amor de Jesús irradiará a las personas en todas partes cuando encuentren su gozo y realización en obediencia a la voluntad de Aquél que los hizo. Entonces estaremos en casa por toda la eternidad. —DO