Mi hermana, su esposo, y sus dos hijitos se apiñaron en su hogar cerrado con tablas por tres días mientras  el huracán Frances rugía por toda la Florida. Gracias a Dios, todo lo que sufrieron fue un leve caso de fiebre de encierro.

El vecindario superó la situación bien, excepto por algunas ramas y hojas de palma desparramadas en los alrededores. Hubo cierta preocupación porque los árboles fueran tirados o arrancados del suelo. Pero todos permanecieron de pie después que los vientos amainaron —a excepción del árbol más grande en el vecindario. El árbol que todos esperaban que sobreviviera  a la tormenta terminó tendido en el suelo.

Lo mismo les puede suceder a las personas cuando se engríen un poquito y se impresionan con su propia fuerza. Volviendo a la época cuando el pueblo de Dios estuvo deambulando por el desierto, éste pensó que estaba pisando terreno tan firme con Dios que podría salirse con la suya al quejarse y protestar ante Moisés. Dios dijo «¡Basta!» y muchos del pueblo pagaron por su comportamiento experimentando un encuentro cercano con serpientes venenosas y la muerte (Números 21:6).

Leer historias en el Antiguo Testamento como ésta puede ser interesante y divertido, pero también sirven a un propósito valioso para nosotros hoy. Pablo usó varias historias de las Escrituras para advertir a los creyentes en Corinto (1 Corintios 10:11). «el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga» (v.12).

Cuando las cosas están mejorando, cuando el cielo es azul y el sol está brillando, cuando todo está saliendo a nuestra manera, es fácil engreírse y creer que nada nos puede derribar. Odio aguarle la fiesta a alguien, pero ése es exactamente el momento cuando necesitamos estar en guardia.

Así como ese enorme árbol en la Florida parecía como si pudiera resistir cualquier tormenta, algunas veces las personas que parecen ser las más duras, que «lo tienen todo bajo control» son las que están en el mayor peligro de caer. No te permitas ser el que caiga con fuerza en el suelo.  —TC