«Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas» (Marcos 11:24). ¡Qué promesa! Tiene que haber algún tipo de requisito para tal declaración, ¿o no?
De hecho, no, no lo hay.
Bueno, sí, sí lo hay.
O algo así.

Si, como yo, has quedado desconcertado por esta oferta (parece ser tan vulnerable a caprichos hedonísticos), el autor de devocionales clásicos, Andrew Murray, ofrece cierta profunda comprensión al respecto. Por un lado, no podemos limitar la magnífica promesa de las palabras de Jesús en este pasaje. «La tendencia de la razón humana», dice Murray en With Christ in the School of Prayer(Con Cristo en la Escuela de Oración), «es interponerse aquí, y con ciertas cláusulas estipuladas como requisito, ‘si es conveniente’, ‘si está de acuerdo con la voluntad de Dios’, quebrar la fuerza de una declaración que parece peligrosa. Guardémonos por lo tanto de lidiar con las palabras del Maestro. Su promesa es de lo más literalmente cierta.»

Jesús nos dará lo que sea que pidamos. Sin condiciones. Pero Murria prosigue diciendo que en el mismo proceso de pedir, algo especial sucede con nuestra petición. «En un aspecto, debe haber fe antes de que pueda haber oración; en otro, la fe es el resultado y el crecimiento de la oración . . . Es en la oración que levantamos nuestro deseo a la luz de la santa voluntad de Dios, que nuestros motivos son probados, y donde se da prueba si pedimos en el nombre de Jesús, y sólo para la gloria de Dios. Es en la oración que esperamos que la guía del Espíritu nos muestra si estamos pidiendo lo correcto y con el espíritu correcto.»

Entonces, el asunto no trata acerca de armarse de «suficiente fe» para ver un milagro, como agitar un refresco lo suficientemente fuerte como para verla explotar. Dios hará lo que sea que una oración centrada en Dios pida. Si escucho y respondo, Él le dará forma a mi oración siguiendo la línea de Su corazón. Al final, al traer mis peticiones a Él, al estudiar Su Palabra buscando profunda comprensión, y al compartir mis deseos con creyentes maduros en Jesús, mi «pedido» será respondido.
Toma tiempo, y oración.  —SV