Una conocida tienda de venta de ropa exige que sus vendedores se vistan igual que los maniquíes de las vidrieras que exhiben las prendas. Esta práctica se conoce como «proteger la marca». La idea es que hay más probabilidades de que la gente compre la ropa porque quiere parecerse a las personas que la llevan puesta.
En una cultura consumista, es fácil caer en la trampa de pensar que podemos «comprar» aceptación si nos vestimos con la ropa que usa la gente guapa. Los vendedores quieren que creamos que una buena apariencia nos hará seductores.
A veces, incluso nos convencemos de que podemos ganar seguidores de Cristo si nos volvemos atractivos para el mundo. Pero la Biblia es clara sobre lo que realmente le importa a Dios: quiere que nos parezcamos a Cristo. En cierto modo, Jesús es nuestra «marca», porque estamos siendo conformados a su imagen (Romanos 8:29). Atraemos a otros a Cristo cuando nos vestimos de sus atributos, los cuales incluyen misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, paciencia (Colosenses 3:12), y por encima de todo, amor (v. 14).
En lugar de embellecer y proteger nuestra imagen, debemos cuidar y reflejar la de Dios, que está siendo perfeccionada en nosotros por medio de Jesucristo.