Antes de que existiera el robo de identidad existía la falsificación. Ahora, un turbio sitio en la Internet o el vendedor deshonesto de alguna tienda puede obtener la información de tu tarjeta de crédito o tu número de seguridad social y hacer todo tipo de locuras. Volviendo a los días antes de que alguien tuviera una computadora, los sinvergüenzas hacían falsificaciones. Robaban cheques de los buzones de correo o de los escritorios, luego firmaban y los cobraban.
La falsificación de la vieja escuela sigue siendo un problema. Según el Fisco de los EE.UU., cada año se aprueban 1.2 millones de cheques fraudulentos. Los bancos perdieron 679 millones de dólares en 1999, con un total de intentos de fraudes por cheque de 4.3 mil millones de dólares.
Algunas veces cometemos el delito de «falsificación» en nuestras oraciones. Jesús les enseñó a Sus discípulos a orar en Su nombre. Eso significa que podemos acercarnos a Dios con el propósito y la autoridad de Jesús. Pero eso no significa que podemos firmar todas nuestras oraciones con el nombre de Jesús y esperar que Dios satisfaga nuestras necesidades egoístas. Eso sería falsificación.
La clave para orar en el nombre de Jesús radica en conformar nuestros deseos a los de Él. Cuando falsificamos Su nombre en nuestras oraciones, hacemos lo contrario. Creemos que cuando decimos «en el nombre de Jesús,» nuestra agenda se convierte en la Suya. Y creemos que Él está de acuerdo en proveernos lo que queremos. Pero la clave es que Su agenda se convierta en la nuestra. Cuando eso sucede, nuestras oraciones no tratarán acerca de lo que queremos. Buscaremos lo que Él quiere para nosotros.
Vayamos un paso más allá. Cuando buscamos la agenda de Dios, ¿cómo afecta eso la probabilidad de que nuestras oraciones sean contestadas? Si le pedimos a Dios una mayor disciplina en la oración o más oportunidades para compartir nuestra fe, encontraremos más favor que si oramos por un jeep equipado.
En realidad estás orando en el nombre de Jesús cuando buscas la voluntad de Dios en oración. Promesas como la de Marcos 11:24 cobran vida: «las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas.»
Tú nunca le robarías la chequera a tu amigo para comenzar a llenar cheques, ni hurtarías su número de tarjeta de crédito y cargar su camino hacia la prosperidad. Tampoco falsifiques el nombre de tu Salvador. No vale la pena. —JC