Recientemente fui a ver una exhibición en un museo llamada Gratia Dei — Un Viaje a través de la Edad Media. La brillante armadura, los adornos de joyas, las espadas, y los castillos en miniatura me fascinaron. A través de audífonos, escuchábamos la voz de un «campesino medieval» que nos guiaba por nuestro recorrido. La fe cristiana era evidente en cada aspecto de su cultura.
El título de la exhibición, Gratia Dei, es la traducción de «por la gracia de Dios» proveniente del latín. Esto significa que la salvación está abierta a cualquiera, sin importar la clase social, el género, o la profesión. Pero los cristianos medievales jamás pudieron tener la certeza que habían hecho lo suficiente como para merecer la salvación.
Irónicamente, esta percepción de la gracia era contraria a la del Nuevo Testamento. Siglos antes, el apóstol Pablo había explicado la relación entre la gracia y las obras: «Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Efesios 2:8-10).
Martín Lutero, un monje medieval, redescubrió esta maravillosa verdad. He aquí extractos de su testimonio: «Aunque vivía como un monje sin reproche alguno, sentía que era un pecador delante de Dios con una conciencia extremadamente perturbada. Finalmente, por la misericordia de Dios, presté atención a [Su Palabra] según está escrito, ‘MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRA’. Entonces comencé a entender que la justicia de Dios es un regalo de Dios, a saber, por la fe. Sentí que había nacido de nuevo del todo y que había entrado al paraíso mismo con las puertas abiertas».
El evangelio redescubierto de la gracia sigue cambiando muchas vidas hoy. Por medio del sacrificio de Jesús, Dios ha provisto el cielo como un regalo gratis para aquéllos que realmente se arrepienten de sus pecados. Y cuando se recibe el perdón por gracia por medio de la fe, eso debe dar como resultado buenas obras de gratitud. Por cuanto la salvación es auténticamente gracia dei — por la gracia de Dios. —HDF