Durante un viaje de negocios, asistí a una reunión el jueves por la noche, durante Semana Santa; un culto de Comunión y Tinieblas, en una pequeña capilla iluminada con velas. Después de participar del pan y de la copa, se leyó en voz alta un pasaje del Evangelio de Juan, se apagó una vela y cantamos una estrofa de un himno sobre el recorrido de Jesús hacia la cruz. Esto se repitió catorce veces, hasta que la capilla quedó totalmente a oscuras. En silencio, nos arrodillamos para orar, y después, salimos uno tras otro sin hablar.
La oscuridad de esta clase de reunión nos recuerda los elementos tenebrosos que rodearon la muerte de Jesús. Piensa en la última comida con sus discípulos (Juan 13:21-30), cuando explicó que uno de ellos iba a traicionarlo. Solamente Jesús sabía que sería Judas. «Cuando [Judas], pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche» (v. 30).
En la noche más oscura de su vida, Jesús agonizó en oración en el huerto de Getsemaní, enfrentó un arresto injustificado, soportó la humillación a manos de los líderes religiosos y se estremeció ante las negaciones de Pedro. No obstante, avanzó fielmente hacia la cruz, donde moriría por nuestros pecados.
El Señor Jesucristo experimentó la oscuridad y la muerte para darnos luz y vida. ¡Alabémoslo por lo que sufrió por nosotros!