Cuando Amanda Benavides cursaba el segundo año en la Universidad Nazarena Point Loma, en California, empezó a reconsiderar sus perspectivas sobre la mayordomía cristiana de la Tierra. Había crecido pensando que tomar conciencia del medio ambiente no tenía nada que ver con su relación con Cristo. Todo cambió cuando la desafiaron a considerar el papel del creyente en el cuidado del planeta; en especial, en lo que respecta a alcanzar a los más necesitados.

Nuestra mayordomía del hermoso mundo que Dios nos ha dado y el interés en las personas que lo habitan expresan nuestra reverencia al Señor y se fundamentan en dos principios bíblicos.

En primer lugar, la Tierra le pertenece a Dios (Salmo 24:1-2). El salmista alaba al Señor por su creación y por ser el dueño de ella. Los cielos, la Tierra y todo lo que hay en ellos le pertenecen. Él creó todo, es el soberano (93:1-2) y se ocupa de cada detalle (Mateo 6:26-30). En segundo lugar, Dios nos delegó la responsabilidad del bienestar de la Tierra (Génesis 1:26-28). Esto incluye valorar y ocuparse de la naturaleza (Levítico 25:2-5, 11; Proverbios 12:10) y de las personas (Romanos 15:2).

Este es el mundo de nuestro Padre. Demostrémosle al Señor cuánto lo amamos respetando su creación e interesándonos en la gente que habita esta Tierra.