De los archivos de «Los Cristianos Atacan de Nuevo» viene la historia de un amigo quien es el capellán de las fuerzas policiales de una localidad. Cuando estaba patrullando con un oficial en su patrullero un día, mi amigo notó un automóvil que pasó como un bólido a una gran velocidad. Por supuesto, el oficial fue en pos e hizo detenerse al conductor. Éste tehabía llegado a conducir a 150 kph antes de que el oficial lo hiciera bajar la velocidad.
El policía caminó hacia el automóvil y luego el conductor le dio la lata. «¿Por qué me detiene? ¿Acaso no tiene mejores cosas que hacer? Y a propósito, me está retrasando para la iglesia».
Con calma, el oficial tomó los documentos del conductor y regresó al patrullero para alcanzarle cuatro multas: exceso de velocidad, licencia de conducir expirada, registro del vehículo expirado, y llevar a su hijo sin colocarle el cinturón de seguridad. Cuando regresó para darle al conductor las multas, éste le dijo, «Y yo tengo algo para usted». Este infractor de la ley —por cuadruplicado— le alcanzó al oficial un librito que explicaba cómo una persona puede recibir la salvación en Jesús.
Cuando el oficial regresó a su automóvil, le lanzó el librito a mi amigo —quien había estado tratando de testificarle al oficial acerca de la diferencia que Jesús hace en la vida de uno— y dijo, «¿Cristianos? ¿Diferentes?» Mi amigo no me contó cómo respondió luego de salir a rastras de debajo del asiento.
¡Cuán increíblemente absurdas fueron las acciones de ese conductor! Es inconcebible pensar que una persona pudiera hacer todas esas cosas mal —incluyendo reprender a una autoridad— y luego tratar de testificarle. Sí, claro, eso va a funcionar.
Esta historia debe alentarnos a todos a examinar nuestras palabras y acciones personales. Debe hacernos orar: Jesús, por favor, no permitas que sea una vergüenza para Tu nombre. Ayúdame a vivir de una manera que cuando alguien me observe, él o ella vea una diferencia positiva. Por favor, detenme ante cualquier hipocresía que podría hacer que las personas se alejen de Ti.
Al igual que el conductor, debemos responder a Dios por
todo lo que hacemos que hace que las personas duden de la belleza y del gozo de la salvación. Mostrémosles la diferencia. —JDB