Ángela tuvo un romance con su máquina de hacer ejercicios. Comenzó hace un año cuando se le dio seriamente por perder peso. Le había sido difícil encontrar tiempo para ejercitarse debido a su trabajo en la oficina de 9 a 5. No le gustaba hacer deportes y no había alguna piscina o algún gimnasio público cerca de su casa. Así que necesitaba algo que encajara con su vida atareada.

Una noche, mientras miraba la televisión, Ángela se sintió «atraída» hacia una bicicleta estacionaria que se estaba anunciando. Al día siguiente, fue a una tienda y le dijo al vendedor que la necesitaba. Llevó su compra a casa — bastante feliz y complacida consigo misma.

Durante las primeras semanas, Ángela hizo ejercicios de manera constante — hacía su rutina de pedaleo mientras miraba la televisión o escuchaba música. Sin embargo, a medida que pasaban los días, pasó de pedalear tres veces a la semana . . . a dos . . . a una. Luego de seis meses, la bicicleta estacionaria que había comprado con tanto entusiasmo se convirtió en una máquina polvorienta y en desuso. El «romance» había terminado.

¿Te suena familiar la experiencia de Ángela? Desarrollamos un interés en algo o en alguien, pero nuestro entusiasmo decae luego de un tiempo. ¿Se puede decir lo mismo acerca de nuestro romance» con Jesús? Cuando recién lo recibimos, no cabemos  en nosotros de nuestra emoción. Compartimos las buenas nuevas del evangelio con la familia y con los amigos. Ansiosamente buscamos conocer a Dios, oramos, y leemos la Biblia con regularidad. Pero, una vez que hemos despachado nuestro celo la vida vuelve a la normalidad y nuestro amor por Dios se  vuelve tibio. Ahora realizamos nuestra actividad religiosa por deber y ya no por amor.

En Apocalipsis 2, se instó fuertemente a los creyentes en Éfeso a que se arrepintieran y volvieran a Dios, su primer amor (v. 4). Ellos perseveraban en las dificultades y desaprobaban las prácticas equivocadas de los Nicolaítas (vv. 4-5). Pero Dios quería más. Él quería el corazón de ellos. Esto muestra lo apasionado de sus sentimientos por nuestra relación personal con Él.

¿Hemos reemplazado nuestro primer amor con otra cosa u otra persona? Es tiempo de reavivar nuestra intimidad con Jesús. —JL