Cuando mi esposa y yo compramos una casa hace cinco años, el antiguo dueño estaba ansioso por ponerse en marcha. Por cualquiera fue fuera la razón, nos dejó seis atractivas sillas de comedor. Agradecimos el inesperado regalo y a menudo las hemos usado al recibir invitados.

Ahora que nos hemos mudado a una nueva casa, estas apreciadas sillas necesitan una renovación para que encajen en el nuevo esquema de colores en nuestra decoración. Necesitábamos la ayuda de un tapicero competente. Le pregunté a este por teléfono, «¿No podría usted simplemente colocar el nuevo material sobre la silla?» Él me respondió, «No, eso no funcionaría. Arruinará la forma de la silla si tan sólo le pone el nuevo material encima». Un buen tapicero insiste en deshacer la silla hasta dejarle sólo la estructura básica para ponerle el nuevo material.

Eso me recuerda la obra de Dios en nuestro crecimiento espiritual. Él no está interesado en tomar nuestros esfuerzos humanos y hacernos mejores con ellos como base — en cubrirlos De hecho, la vieja naturaleza pecaminosa tiene la capacidad de realizar actividad religiosa, pero ésa no es la obra del Espíritu Santo (Romanos 10:1-3). En vez de ello, Dios pretende reemplazar nuestro carácter con lo que se llama «el nuevo hombre».

Pablo entendía el principio de reemplazo al llegar a ser como Jesús. Sus palabras suenan como ponerse ropas nuevas. «y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad» (Efesios 4:24). Al cambiar nuestras viejas actitudes, nuestros viejo pensamientos, lenguaje, y comportamiento por otros que reflejen la vida de Jesús, encontramos que está dándose cambio sorprendente (Isaías 40:31).

Cada uno de nosotros tenemos dentro el impulso de ser «lo suficientemente buenos» en nuestras propias fuerzas. En vez de ello, Dios quiere retapizarnos con el nuevo hombre, hecho a la imagen de Aquél que lo diseñó — Jesús mismo. Lo hacemos poniendo de lado nuestros viejos comportamientos y rindiendo nuestros corazones al Espíritu Santo (Gálatas 5:16; Efesios 5:18). Pongámonos el nuevo yo.  —HDF