Hace varias décadas, un evento en la escuela secundaria me destrozó. Practicar deportes era sumamente importante para mí. El que más me gustaba era el básquetbol, y pasaba horas y horas practicando. Así que, no calificar para el equipo en mi último año, después de haber jugado desde el principio, me hizo trizas.
Decepcionado y confundido, seguí adelante. Acompañaba al equipo y llevaba el registro de los lanzamientos y los rebotes de mis amigos, hasta que llegaron a la semifinal del campeonato estatal… sin mí. Para ser sincero, jamás pensé que ellos estaban observando mi reacción. Simplemente, lo había enfrentado lo mejor posible. Por eso, hace poco, me sorprendió oír que varios de mis compañeros le dijeron a mi hermano que mi reacción había sido para ellos una lección de cristianismo… una imagen de Cristo. Mi idea no es decirte que hagas lo mismo, ya que no estoy seguro de qué fue lo que hice. Lo importante es que, nos demos cuenta o no, la gente está observándonos.
En Tito 3:1-8, Pablo explica que la vida para la cual Dios nos capacita incluye respeto, obediencia y bondad. Todo esto se produce por el nuevo nacimiento en Cristo y la renovación que genera el Espíritu Santo derramado en nosotros.
Cuando el Espíritu nos guía, Dios se les presenta a otros a través de nuestra vida.