Jen sabía que conseguiría el empleo que se anunció en su oficina. Tenía las habilidades y la experiencia necesarias, la motivación y el talento. Parecía el boleto perfecto para salir de su actual trabajo sin porvenir. Obviamente, Dios estaba por dárselo de una manera maravillosa.

Pero cuando concluyó el rollo de la entrevista, la compañía contrató a otra persona: alguien menos calificado, con menos talento y con menos experiencia. Descorazonada, Jen renunció a su empleo.  Tuvo cuidado en no dirigir su ira a Dios, pero de vez en cuando, unos destellos de furia chamuscaban a algún amigo o familiar desprevenido que se tropezaba en su mira. Y muy en lo profundo, Jen estaba enfadada con Dios.

Finalmente consiguió un empleo que le permitía trabajar en línea, un empleo que la desafiaba y hacía un mejor uso de su conjunto de habilidades. No era lo que ella pensaba que quería, pero descubrió una paz y una satisfacción que no había pensado que fuera posible.

Los discípulos en la iglesia naciente tampoco recibieron lo que pensaban que querían. En los días que siguieron a la resurrección de Jesús, era comprensible que sus seguidores esperaran que todo fuera diferente. Todo iría según lo planeado, esto es, justo como ellos lo esperaban. Así que preguntaron: «Señor, ¿restaurarás en este tiempo el reino a Israel?» (Hechos 1:6). Pensaban que la respuesta a sus oraciones —el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento— sería una respuesta política. Los romanos serían derrocados, el Mesías gobernaría en Jerusalén, y los discípulos se convertirían en líderes políticos.

Pero Jesús tenía algo drásticamente diferente en mente, y pronto se los puso claro. Su respuesta involucraba esperar, aunque no por mucho tiempo. «Recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros,» dijo (v.8). No un poder politico, sino un poder más allá de cualquier otra cosa que hubiesen imaginado. Procedieron a poner al mundo de cabeza, y nosotros somos los beneficiarios.

Está bien tener buenas expectativas. Pero asegúrate de que estén alineadas con lo que Jesús tiene en mente para ti. Sus caminos eclipsan nuestros sueños más remotos.  —TG