¿Te gustan las construcciones antiguas? No estoy hablando de la gasolinera en la esquina que fue construida en 1965 Me refiero a las construcciones verdaderamente antiguas, como el Partenón de Atenas, Grecia y el Coliseo de Roma. Estoy hablando de construcciones con carácter, con dignidad, y con importancia histórica.
El problema es que estos antiguos edificios están viniéndose abajo. Y como resultado de ello, otras personas que los aman tienen que gastar enormes cantidades de tiempo y de dinero para asegurarse de que no se desmoronen totalmente.
Pero no sólo se trata del Partenón. Así sucede con todo lo que construimos, sea cual fuere su magnificencia. Incluso la mejor de las estructuras se debilitará a medida que pase el tiempo.
Lo que se aplica a los edificios también se aplica a nosotros, en cierta manera. Si bien nunca pensamos que sea posible cuando somos veinteañeros, finalmente nuestros cuerpos comenzarán a verse como el Partenón: peor por el uso.
Sin embargo, existe una deliciosa y emocionante dicotomía en nuestra existencia. Aunque puede que el envejecimiento se lleve el dinamismo físico de la juventud, hay otra parte en nosotros que puede dirigirse en la dirección opuesta. Espiritualmente hablando, podemos mejorar día a día incluso mientras nuestro cuerpo se dirige hacia su fin mortal (ese es un concepto agradable).
Puede que nuestras rodillas comiencen a chirriar un poquito y nos hagan más lentos, pero tal vez nuestra vida de oración esté tomando velocidad. Quizás nuestra vista se vuelva un poquito más borrosa y necesite ayuda, pero la Palabra de Dios puede brillar con más fulgor y llegar a hacerse más preciosa para nosotros a medida que pasen los días. Es el espíritu lo que alimentamos, sabiendo que el cuerpo natural es sólo temporal.
La falla final del cuerpo es un hecho, pero la renovación espiritual que necesitamos no lo es. Se requiere de una inversión para alimentar nuestra relación con Dios.
Ya sea que vivas en un cuerpo que todavía está tan fresco como un edificio moderno, o en uno que se empieza a parecerse al Coliseo, el hecho es que estás envejeciendo. Pero tu vida espiritual puede hacerse más fuerte cada día. —JDB