En una cultura acelerada donde todo es instantáneo, pocos se reservan tiempo para disfrutar de un encuentro con amigos alrededor de una mesa. Incluso, alguien ha señalado que, actualmente, ¡la única manera de deleitarse con una comida de varios platos es poner todo entre dos rebanadas de pan!
Después de que muchos de los exiliados israelitas volvieron de Babilonia a Jerusalén para reedificar el templo y los muros de la ciudad, se reunieron para escuchar a Esdras leer el libro de la ley que Dios le había dado a Moisés (Nehemías 8:1). Escucharon la Palabra de Dios durante horas, mientras los maestros le «ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura» (v. 8).
Cuando lloraron por sus debilidades, Esdras y el gobernador Nehemías les dijeron que no era momento de entristecerse, sino de regocijarse. Además, debían preparar una fiesta para compartir con los que no tenían nada, porque «el gozo del Señor» era su fuerza (v. 10). Entonces, «todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado» (v. 12).
El banquete espiritual que Dios nos ha preparado en su Palabra causa gran gozo. Vale la pena dedicar tiempo para paladearlo.