He estado pensando en algunos amigos que han estado luchando con sus trabajos, los cuales da la casualidad que son en iglesias. Se me salen las lágrimas y he tratado de orar, pero las palabras no salen. Mi corazón está apesadumbrado. Así que tomo mi Biblia y comienzo a leer donde me quedé ayer. El Salmo 73. Humm. Fue escrito por Asaf . . . uno de los directores musicales de David. Así que imagino que podríamos decir que él también trabajaba en la «iglesia». Tal vez él pueda ayudar.
Asaf dijo que envidiaba a los orgullosos cuando los veía prosperar (v.3). Parecía que no tenían problemas y que obtenían todo lo que querían aun cuando no fueran honestos. Se preguntaba si valía la pena ser honesto cuando todo lo que él tenía era problemas (vv.13-14). Al tratar de entender lo que estaba sucediendo, Asaf pronto se dio cuenta de lo amargo que se había vuelto mientras veía íaa todos los demás. Se dio cuenta de lo tonto que le debió haber parecido a Dios (vv.21-22). También recordó que él le pertenecía a Dios, quien todavía estaba sosteniendo su mano y nunca lo dejaría (vv.23-24).
Fue como si una bombilla se encendiera cuando Asaf exclamó: «¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? . . . Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre . . . Mas para mí, estar cerca de Dios es mi bien» (vv.25-28).
Es cuando quitamos los ojos del Señor y vemos a los que nos rodean que nuestro corazón se apesadumbra y nos desalentamos. Al igual que Asaf, necesitamos que se nos recuerde que le pertenecemos a Dios. No importa si los que nos rodean prosperan y nosotros no. No importa si nos falla la salud o si nuestro espíritu se debilita. Dios sigue siendo la fortaleza de nuestro corazón.
¡Él es nuestro para siempre! —Jeanine Strock, Michigan